domingo, 29 de diciembre de 2013

Heidegger y la distinción entre desear y querer.

  La siguiente cita de Heidegger la he obtenido de la lectura de su obra titulada Nietzsche. Advierto de que no pretendo reflejar la dilucidación profunda que realiza el autor al distinguir el querer del desear, puesto que después de las palabras que cito desautorizará la interpretación de las palabras "someterse a una orden" como "seguir un mandato". Precisamente así lo pensé yo tras una primera lectura. No obstante dejo aquí mi personal divagación para que juzgue el lector acerca de la distinción propuesta por Heidegger a propósito de Nietzsche y la noción de voluntad de poder.
¿Es entonces el querer un desear al que se le agrega la intervención propia? No; querer no es de ninguna manera desear, sino someterse a la propia orden, es la resolución de ordenarse a sí mismo que en sí misma es ya ejecución. (Heidegger, Nietzsche, p.47).
 Querer no es un desear al que se le agrega la intervención propia... Pues yo pienso que sí, que precisamente es eso. ¿No consisten las palabras siguientes en otra forma de decir lo mismo? No, claro que no, pretenden decir otra cosa. Pero..., ¿lo consiguen?
En primer término, sin deseo no habrá querer. Todo lo que uno quiere lo desea. Ahora bien yo admitiría que no todo lo que se desea se quiere. Uno no pone siempre su empeño por que suceda aquello que desea.
Pero, llegado este punto, Heidegger añade que querer es la resolución de ordenarse a sí mismo. Entiendo que es la resolución de cumplir una orden dada a sí mismo. Lo dicho por Heidegger está sustentado en un esquematismo dual: el que da la orden y el que la cumple (el mandante y el mandatario). El querer se encuentra en la figura del que cumple la orden, pues resulta sencillo comprender que la cumple porque quiere, no solo desea que la orden sea cumplida. Y desde esta figura del que cumple la orden se traslada el querer al mandante, en el que da la orden ya se encuentra la ejecución, el querer dar la orden. Y otra vez habrá que negar aquí el deseo. Pero la cuestión que dejo abierta interrogaría por la profundidad del deseo, ¿no sería más profundo el deseo que el querer? ¿Cómo el que da la orden sabe la orden que ha de dar? ¿De dónde obtendrá el sentido de la orden a ejecutar? ¿No consistirá en un deseo más allá del querer? ¿No emerge ese querer del reconocimiento de entre un mar de deseos de aquel en el que ha de poner su empeño en su cumplimiento? Las raíces del deseo y del querer me encaminan hacia el sentido de la tierra, el lugar en el que enraíza el nacimiento de lo propio de uno.

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