sábado, 30 de noviembre de 2013

La tarea kantiana: dar plena satisfacción a la razón humana.

Kant finalizó su obra, Crítica de la razón pura, con las siguientes palabras:
Sólo queda el camino crítico. Si el lector ha tenido la amabilidad y la paciencia de recorrerlo conmigo, puede ahora juzgar si le gustaría aportar su parte para contribuir a la conversión de este sendero en camino real, para conseguir antes de que termine este silbo lo que muchos silbos no han sido todavía capaces de obtener: dar plena satisfacción a la razón humana en relación con los temas a los que siempre ha dedicado su afán de saber, pero inútilmente hasta hoy. (B884)

En estas palabras encuentro la idea central que animó a crear esta obra filosófica. Con independencia de la cercanía o lejanía de mi lectura, lo cierto es que me parece casi imposible que en la actualidad haya algún filósofo capaz de abordar una obra de esta envergadura. Y me pregunto ¿por qué estoy convencido de ello? ¿Por qué encuentro en esta obra un texto irrepetible, que no volverá a darse nada parecido en la historia? Y no digo que esta afirmación sea verdadero, sino que yo me encuentro convencido de ella.
Y la respuesta la entreveo en la manifestación de la tarea asumida: dar plena satisfacción a la razón humana. ¿Quién escribirá hoy en día un ensayo de filosofía pretendiendo lograr la plena satisfacción de la razón humana? ¿Quién dedicará tanto esfuerzo como dedicó Kant a este cometido?

jueves, 21 de noviembre de 2013

A propósito de la idea de alma en Kant.

Las siguientes palabras las transcribo de la Crítica de la razón pura: 
Tampoco podríamos en realidad conocer el alma en sí misma mediante estos predicados supuestos, por más que quisiéramos aplicárselos, ya que constituyen una simple idea no susceptible de representación concreta. De esta idea psicológica no pueden derivar más que ventajas si nos guardamos de darle un valor superior al de una simple idea... (B 710; pág. 555; Taurus 2007).
Y nada más acabar de leerlas me hubiera gustado preguntarle al autor: ¿desde cuándo a las ideas se les atribuye valor? ¿Y que sucederá cuando de esa idea se deriven inconvenientes? ¿Dejará de valer? ¿Y frente a quién han de valer las ideas, para quién? ¿Acaso el valor no es susceptible de alteración?

Y así me quedo pensando o imaginando la respuesta que a buen seguro no hubiera rehuido Kant.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Kant y la exitencia del ser supremo.

Acabo de leer en la Crítica de la razón pura:
En efecto, supongamos que hubiese obligaciones que fuesen perfectamente correctas en la idea de la razón, pero sin realidad aplicable a nosotros mismos, es decir, obligaciones que carecerían de motivos de no suponerse un ser supremo que pudiera dar efectividad y firmeza a las leyes prácticas. En este caso, tendríamos  también obligación de seguir conceptos, que, [...], son preponderantes atendiendo a la norma de la razón... (Kant, Crítica de la razón pura, B616, p. 498).
Según estas palabras de Kant, en términos lógicos, si no hubiera ser supremo, no habría fundamento efectivo y firme para seguir ciertas obligaciones correctas a la idea de la razón.
Dado que sí hay ciertas obligaciones correctas a la idea de la razón, habrá que inferir la necesaria existencia de ser supremo como fundamento de tales obligaciones.